domingo, 11 de diciembre de 2011

Periodos de la historia: Imperio (27 a.C - 1453 d.C)

Comenzó en el año 27 a. C., al otorgársele a Octavio el título de Augusto. El Senado le concedió el carácter de imperator a perpetuidad, padre de la patria y primero de los senadores (Princeps Senatus). Fue considerado hijo del César divinizado, y se le otorgó poder consular a perpetuidad. Bajo el mantenimiento de las formas republicanas, se va avanzando paulatinamente a un sistema de poder monárquico y militarista.
Tenía potestad censoria, que le permitía confeccionar la lista de los senadores, y contaba con la auctoritas, por la cual auxiliaba a todos los demás funcionarios. Así dirigía la política exterior, dictaba normas, llamadas constituciones imperiales, acuñaba moneda y proponía candidatos para las magistraturas (que van desapareciendo, a medida que sus funciones van a ir desempeñándose por nuevos funcionarios designados por el emperador).
Los Comicios prácticamente desaparecieron, adquiriendo el Senado, potestad legislativa, además de elegir a los magistrados. Su función se vio reducida a consagrar, por aclamación, al Emperador y los magistrados, con un carácter de mero formalismo.
A este período se lo conoce con el nombre de Alto Imperio, sucediéndose luego de Augusto, cuatro dinastías de emperadores: la de los Julio-Claudios, conformada por los sucesores de Augusto, la de los Flavios, la de los Antoninos y la de los Severos.
Todos gobernaron con un poder casi absoluto, basado fundamentalmente en el ejército. Las fronteras del imperio se siguieron expandiendo, anexándose, Mauritania, en el norte de África en el año 37, Inglaterra en el año 84 y Dacia en el año 105.
Durante el gobierno de Augusto, se piso fin a las guerras civiles, y comenzó a vivirse en orden, seguridad y prosperidad, con gran florecimiento artístico y cultural, conociéndose esta etapa como de la pax romana.
La máxima extensión del Imperio fue alcanzada con Trajano, quien venció a los partos y conquistó en el año 117, Armenia y la Mesopotamia.
Las distintas provincias incorporadas a la dominación romana se dividieron en senatoriales e imperiales. Las primeras, estaban bajo la administración del Senado, siendo las ya pacificadas. Las segundas, estaban bajo el control del Emperador, que designaba a sus gobernantes. Allí se encontraban las legiones.
Al estar dividida la potestad provincial entre el Príncipe y el Senado, se ha hablado de una diarquía (en griego: dos poderes soberanos). Sin embargo, al ser el Emperador el que otorgaba la función senatorial, lo controlaba.
La ciudad más importante del imperio, era Roma, su capital. En ella se manifestaba una gran opulencia, donde los miembros del orden senatorial y los ricos caballeros habitaban en los domus, residencias muy lujosas, aunque la mayoría de la población vivía muy modestamente, en los insulae, casas de inquilinato de hasta cuatro pisos, inseguras e incómodas.
Con la muerte de Alejandro, en el año 235, terminó la dinastía de los Severos, y el imperio se sumergió en la anarquía. El gobierno en muchos casos, estuvo a cargo de jefes militares, que gobernaban poco tiempo, sucediéndose gran cantidad de gobernantes que en seguida eran derrocados, por otro jefe militar más poderoso.
El Bajo Imperio, o Dominado, llamado así, porque al frente del poder se hallaba un Dominus (dueño y señor), un rey con características de divinidad, comienza con Diocleciano, que gobernó entre los años 284 y 305, estableciendo el sistema de la tetrarquía y pacificando el territorio. El imperio fue dividido en una zona occidental, bajo su gobierno, y en otra oriental, a cargo de Maximino, ambos con el título de Augustos, pero eligiendo un César, cada uno, configurándose cuatro poderes imperiales.
Luego de veinte años de gobierno o a causa de su muerte, los Augustos eran reemplazados por los Césares, que a su vez, elegían sus Césares. Para evitar las disputas entre los poderes políticos y militares, puso en la conducción de los ejércitos, que duplicaron sus miembros, a militares, independientes del gobierno civil de las provincias.
Aumentó la burocracia y la centralizó. Acrecentó, al subdividirlas, el número de provincias, todas dependientes del Dominus, agrupadas en diócesis gobernadas por vicarios.
Durante su gobierno se persiguió a los cristianos ferozmente, disponiéndose por edicto la obligación del culto imperial. Templos y libros fueron destruidos y los cristianos padecieron la cárcel y torturas.
En el año 311, Galerio, dictó el Edicto de tolerancia, y en año 313, se promulgó el Edicto de Milán que proclamaba la neutralidad del estado en materia religiosa.
Con Constantino se divide el Imperio, para su mejor gobierno, en cuatro prefecturas: Oriente, Iliria, Italia y las Galias.
Este emperador siguió el avance hacia la Roma cristiana convocando al Concilio de Nicea, primer concilio ecuménico.
En el año 395, Teodosio I, divide el Imperio entre sus dos hijos: Honorio, a quien le correspondió el imperio de Occidente, con capital en Roma y Arcadio, a quien le correspondió el de Oriente, con capital en Constantinopla.
La crisis sobrevino a raíz del aumento de los gastos originados en un estado burocrático y militarizado y la presión de los pueblos bárbaros por ingresar a las fronteras imperiales, los que fueron en muchos casos admitidos para tareas rurales y prestar servicios militares.
En el año 476, el Imperio de Occidente, cayó en poder de los pueblos bárbaros. El de Oriente, más sólido económicamente, subsistió hasta 1453, en que Constantinopla cayó en poder de los turcos otomanos.

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